Descubriendo la cueva de Ceferino
Cueva Ceferino
  • año 1930
  • 15 personas
  • Calle Cánovas 4, Tomelloso
Arcadio nos abre las puertas de su casa para enseñarnos una maravillosa cueva. Nos explica que la casa que guarda esta joya arquitectónica fue muchas cosas al mismo tiempo, “fue una casa de labor, también panadería y cueva bodega. La denominamos Cueva de Ceferino en honor a mi padre, aunque en realidad la cueva empezó en el año 1880, más o menos, por mi bisabuelo. Eran aquellos tiempos en los que primero se hacía la excavación y con la tierra de la excavación se levantaba la casa que poco a poco se fue ampliando”.

Bajamos por los peldaños de la escalera y descubrimos pronto el perfecto estado de conservación de una cueva laberíntica, pintada en blanco y añil, con una enorme contramina y el jaraíz que acoge una destrozadora de uva, impecable.

De una de las paredes cuelgan fotografías de grupos de excursionistas que disfrutaron del privilegio de visitar la cueva. Proceden de diversos puntos del país: Navarra, Vizcaya, Valencia, Madrid, Formentera… “y en realidad no están todos, porque no todos los grupos me envían las fotografías que hacen”. Hasta unos australianos visitaron la cueva y también doce gigantescos hombres rubios de Noruega.

Ya abajo del todo seguimos admirando una cueva “que conservo tal y como se trabajaba en ella hasta el año 1978”. Nos dice Arcadio.

La cueva está dividida en dos partes claramente diferenciadas; la parte más antigua alberga nueve tinajas de cemento de 7.500 litros (construidas antes de la Guerra Civil Española), mientras que, en la otra parte, fruto de la ampliación que se hizo a finales de los cincuenta, hay otras 16 tinajas de 22.000 litros cada una.

Arcadio rememora con nostalgia la sabiduría de aquellos constructores de cuevas que, “solamente con un lápiz en la oreja y un palote hacían esta maravilla de túnel”.

Una cueva está dedicada al vino tinto y otra al blanco, con botellas de las principales bodegas y cooperativas de Tomelloso. “En mi casa siempre hubo algo muy claro, si tienes algo hay que tenerlo bien, de lo contrario es mejor estarse quieto. En esta cueva se trabajó mucho, se elaboraban unas treinta o treinta cinco mil arrobas de vino. Había cuatro personas trabajando de día y noche un par de meses. Y yo me tiraba buena parte del año remeciendo tinajas”.

  • Arcadio Díaz
  • +34 616 43 52 54